LAS LECCIONES SIRIAS
LAS
LECCIONES SIRIAS
Miguel Ruiz Trigueros
No
es posible contemplar el éxodo masivo de la población Siria hacia Europa sin
recordar que no hace mucho tiempo, demasiado poco si bien lo miramos, eran
conciudadanos nuestros los que llenaban las carreteras del miedo y del espanto,
y españoles los que partían con unos pocos enseres a la espalda, con ese mismo
terror en la mirada, con esa esperanza tan vaga en los ojos que se desdibujaba
en otras mañanas frías de febrero. No ha
pasado tanto tiempo, el ocho de febrero de 1937 una multitud de refugiados que
huían desde Málaga hacia Almería fue
atacada por tierra, mar y aire, causando la muerte de entre 3000 y 5000
civiles. No es mi propósito recordar bandos ni armadas, casi da igual la
bandera de los atacados y los atacantes, si algo tiene el tiempo es que decolora
las telas, vuelve fútiles los escudos, innecesarias las supuestas glorias de
las patrias. No reivindico por la tanto, ninguna bandera, ya se encarga de eso
el tiempo eficiente e implacable, reivindico eso si, el recuerdo de la mirada de espanto, el miedo recurrente que
vuelve a convocarse de manera siniestra y consistente. La humanidad es incapaz
de desechar el odio, de la misma forma que el escorpión es incapaz de desechar su
veneno, de nosotros también depende (o
debería depender) apartar de una vez por todas la mortífera ponzoña. Otra razón
me impele a recordar aquel episodio de la carretera de Almería; puede parecer
intrascendente si sopesamos la increíble multitud de las tragedias de uno y
otro bando; una tragedia personal es sólo una gota de agua en el vasto mar de
la historia, pero mi padre de ocho años y mi tío de doce eran parte de esa caravana
del terror, de ese genocidio en suma, al
final del cual ya jamás volverían a encontrarse. Lo repito: Las tragedias
personales acaban perdiendo importancia, sólo valen en tanto que su acumulación
incansable determina una tendencia de la historia ante la cual, como seres
civilizados, y al margen de cualquier ideología, deberíamos ser capaces de reaccionar.
Pero
Europa olvida, olvida sus pueblos diseminados por el orbe, olvida los ríos de
emigrantes que ha generado en su reciente y tumultuosa historia, olvida que
ningún otro continente ha vertido más sangre de sus hijos a los mares de la
expatriación y el exilio. No es un
secreto: Europa está ya muy lejos, terriblemente lejos, de aquella frase cándida
de su Carta de Derechos Fundamentales: “Consciente
de su patrimonio espiritual y moral, la Unión está fundada sobre los valores
indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la
solidaridad”… Que belleza poseen las palabras y que vacías se quedan cuando
pierden totalmente su certero sentido. Dos décadas de flagrante neoliberalismo
económico han bastado para que Europa no sea más que una inmensa y ruinosa
entidad bancaria que languidece esperando tiempos mejores, un enjambre de
avispas indecorosas (que aun conscientes de su muerte) están prestas a clavar
su aguijón sobre cualquier pensamiento que amenace las consignas del mercado
sacrosanto. Hay que decirlo: Las bolsas de valores, son el verdadero corazón y la
patria única de los europeos desde los tiempos de los Medici, y puede que esos
instrumentos mercantiles tengan su importancia, pero acabaron siendo una rémora
cuando se pusieron por encima de la dignidad entera de los pueblos. Europa
desgraciadamente, hoy en día, es sólo y
exclusivamente una entidad mercantil.
Acabo
como empecé: No es posible contemplar el éxodo masivo de la población Siria
hacia Europa sin recordar las palabras del historiador Erick Hobsbawm en una
entrevista concedida a Aldo Panfichi de
la Universidad Pontificia del Perú en
1992, en ella y ante una pregunta sobre las mayores amenazas que se cernían sobre
el venidero siglo XXI, Hobsbawm aseguraba que uno de los grandes
desafíos serían las migraciones provenientes de la periferia, estas serían “las más grandes migraciones de todos los tiempos” y se
producirían en un contexto de “crisis
económica e inestabilidad política”, el resultado de este fenómeno sería
una tendencia hacia el racismo y la xenofobia como ideología imperante de los europeos, y me pregunto, ¿Estamos abocados a esa terrible predicción?
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