LA VOZ DE RONDA
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NEOLIBERLALISMO Y ÉTICA
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Aunque pudiera sorprendernos existe una ética neoliberal. No se trata de un oxímoron; como sabemos el oxímoron o Contradictio in términis es una figura retórica que consiste en usar dos términos yuxtapuestos que se contradicen o son incoherentes entre si como aquello de “sociedades unipersonales”, “copia original”, “político veraz” o, de forma más literaria según Quevedo, “Es hielo abrasador, es fuego helado”. En otras palabras, se afirma que existe realmente una “ética neoliberal”, aunque hago un par de precisiones, la primera es que por ética no nos referimos, en este artículo, a un conjunto de comportamientos individuales, sino de forma estricta a un fundamento teórico conducente, hipotéticamente, a un mejor modelo de convivencia entre los seres humanos, la segunda precisión es que en la doctrina neoliberal, ética y economía no constituyen, bajo ningún concepto, espacios aislados. Dicho esto, afirmaré que existe un...
IBN ABBAD, REFLEXIONES SOBRE UN OLVIDADO SABIO DE RONDA
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Posee el tiempo el poder de borrar los nombres, de esconder lo que una vez fue notorio y resplandecía a la luz del sol con una claridad meridiana y diáfana. El tiempo es como la tierra que en sucesivas capas, oculta las ruinas de lo que otrora fueron palacios y fortalezas para siempre ya irrecuperables en la bruma de los siglos. Así debió sentirlo aquel ciudadano de Ronda, Ibn Abbad al-Rundi, en su exilio de Fez, al leer el Lamento por la caída de Sevilla, escrito un siglo antes por su compatriota Abu al Baqa, también, por seguramente extrañas coincidencias, conocido como “el rondeño” o al-Rundi, cuando escribió: “Un decreto irrevocable a todos venció de manera que pasaron y la gente vino a ser como si nunca hubiese existido” Pero Ibn Abbad al-Rundi sí existió, por más que su figura haya caído tan en el olvido en el panteón de los hijos célebres de la ciudad. Nació en 1332, o según se mire, en el año 732 de la Hégira, porque las...
HOMBRE QUE DESCIENDE LAS ESCALERAS
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I. EL HOMBRE Vemos ahora al hombre descender las escaleras. Creemos reconocerlo a pesar de sus disfraces. Este hombre, y ningún otro, es el que se encuentra otra vez con las palabras, con la vasta multitud de las que habitan el mundo, combinándose, entrelazándose, una y otra vez, como granos de estrellas en una noche infinita. Es este el hombre, lo sabemos con certeza, no nos engaña su atuendo de cristal o de sombra, porque lo delata su garganta, la pausada serenidad de sus palabras. II. LAS PALABRAS Permanecían las palabras, has de saberlo hijo mío, ocultas en sus vértices, agazapadas en la penumbra sigilosa de sus esquinas, eran legiones o enjambres interminables, eran cristales, avispas, estrellas, guerreros que asediaban, sin descanso, las fortalezas del sueño. No lo olvides jamás, no vuelvas a olvidarlo: Las palabras poseen ángulos rectos que rara vez se atreven a confesar; pero es allí en sus verticales...