La Noche de Arcilla (Fragmentos)







Amanecía. La luna era ya sólo un trozo de tela triste y amarillenta a punto de dar por concluida su marcha por el horizonte. Con dos años de retraso sobre sus expectativas iniciales, Esperanza Sword llegó a las obras de ampliación de la línea Docklans, pocos minutos después de recibir la llamada que la había despertado de su pesadilla febril. No le costó ningún esfuerzo dar con el sitio. Las prospecciones aleatorias, las había realizado a no mucha distancia. Nadie quiso en su momento financiar un proyecto de mayores dimensiones y tuvo que conformarse con una metodología de búsqueda a todas luces insuficiente. Fue entonces cuando el rastro de Aelia volvió a hacerse perceptible. El levante puede ocultar durante años lo que yace bajo una duna, luego sin saber porqué, cambia el régimen de los vientos y aparecen periodos prolongados de poniente seco y caluroso que disminuyen el insoportable peso de la arena sobre los objetos y hacen que aflore lo escondido. Por aquellos días Esperanza Sword llevaba seis meses trabajando en el Museo de Londres; un contrato en prácticas que esperaba se convirtiera en algo más estable; permanecía dedicada a tareas rutinarias de clasificación; alguna que otra visita a yacimientos del siglo XIX, matrices de Harris para extraer dos o tres tenedores, objetos diversos de tocador o de cocina en medio de restos podridos de madera; nada trascendente, cosas comunes que hasta un niño podría haberse encontrado, jugando al fútbol en cualquier descampado con la suficiente historia. Entonces casi casualmente, mientras realizaba un inventario sobre incatalogados del siglo XIX, apareció entre los anaqueles de la Sociedad de Anticuarios, aquel registro de 1830 que contenía textos romanos encontrados en Londres, con esa inquietante reproducción de una inscripción y la nota que la acompañaba:

AELIA FLACILLA VERANIA
XV ANN. INTER FLUMINA SITA EST
INTER FLUMINA INVENTA
PATRES FILIAE CARISSIMAE FECERUNT
DULCE OS NOBIS CONDOLESCIT
PERENNE ID VELLEMUS

SIT TIBI TERRA LEVIS

L.D.D.D.


La nota manifestaba escuetamente: "Sólo un lugar se ajusta al Londres de la época, el meandro del Támesis entre Stepney y Canning Town, en la Isla de los Perros. Allí se debe buscar. B.H."

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