LA NOCHE DE ARCILLA

Hará como año y medio que el editor de este libro me habló de un escritor que recién se nos había instalado en Ronda, haciendo hincapié en que colaboraba con El Candil de Diógenes, además de tener a sus espaldas un meritorio currículo que incluía la novela Los bailarines de Kronvalda y otros muchos trabajos de escritura fina y sorprendente.

Al poco tiempo, la cosa fue más lejos y, con la misma vehemencia que se había puesto en la presentación del autor, se me comunicó la disposición a poner en pie una editorial que sacase a la luz la última novela acabada de Miguel Ruiz Trigueros. Consiguieron despertar mi interés. Así que, aunque sobradamente conocidos por mí los baldíos culturales rondeños, la verdad es que me cuidé de decirles que se me antojaba aventura abocada al fracaso.

No obstante, le pedí que me hiciese llegar un borrador de la novela que ahora el lector tiene entre sus manos: La noche de arcilla. Después de algunas anécdotas que no viene al caso relatar, me enfrasqué en la lectura de una obra que enganchaba desde sus primeras páginas y que rezumaba mucho del Borges lento y quedo de los años otoñales, aunque también dejaba entrever el trazo áspero y seguro de un Galdós inspirado en las osadías de Cortázar.

Si hay algo que no se le puede permitir a una novela es que provoque el hastío del lector, y ésta, doy fe, de aburrida no tiene nada. Al contrario, La noche de arcilla vibra en las manos desde el primer capítulo, manifiesta el dominio de la técnica literaria de Miguel Ruiz, derrocha imaginación, perfila personajes no sólo con las habilidades del oficio, sino que, además, los mueve en escenarios tan distintos -y distantes- como Londres, Gaucín o Gibraltar, saltando de la Hispania romana a la dominación napoleónica de España, y de las playas de Tarifa a las orillas del Támesis, con una facilidad que sólo está al alcance de unos pocos. Porque un escritor no puede ser esclavo del tiempo. Romper los tiempos forzando el ritmo es lo que distingue al escritor hecho del que pretende serlo. A partir de ahí, juzgue el lector a Miguel Ruiz Trigueros.

Y todo con un lenguaje vivo y de latido hondo que mantiene la tensión argumental a partir de un puñado de historias a las que una especie de “azar” masónico hubiese hecho confluir en paisajes y personajes no tan distantes como, en principio, se podría pensar.

En fin, dicho quede que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto con una novela que huye de esos aldeanismos serviles que tratan de regalar el oído del staff local en procura de apoyos oficiales, lo cual siempre es de agradecer; como de agradecer es el acierto con que José María Ramírez confeccionó una portada que incita a zambullirse en el interior del libro.

A partir de ésta Noche de arcilla, habrá que seguir las andanzas literarias de Miguel Ruiz Trigueros, pues, pese a la serenidad de su carácter siempre afable, acabará convertido en un referente de obligada lectura en las letras andaluzas. Así de claro, y por más que a él, estoy seguro, estas palabras introductorias se le antojen exceso.

Ángel Azábal Vázquez

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